El refrán completo dice: «La mujer del César no solo debe ser honesta, sino parecerlo.»
Este dicho proviene de una anécdota histórica atribuida a Julio César. Se cuenta que su esposa Pompeya f acusada de conducta inapropiada durante una ceremonia religiosa. Aunque no se probó su culpabilidad, César decidió divorciarse de ella, afirmando que “la mujer del César no solo debe ser honesta, sino parecerlo”.
La expresión ha trascendido el tiempo como una lección sobre ética y apariencia pública, especialmente en figuras que ostentan liderazgo o responsabilidad.
Esta anécdota, la podemos traer de manera directa a nuestro mundo de compliance, toda vez que no hacemos nada con proyectar una imagen de fortaleza y robustos controles (de cara a los reguladores, autoridades competentes y hasta auditores) y en la practica no materializar a lo interno la importancia que tiene el cumplimiento.
Es innegable que todos conocemos sujetos obligados de la Ley 155-17, que ahora, 8 años después es que están haciendo los aprestos para cumplir con lo dispuesto en el 34 de dicha ley. Y esos son mejores o al menos mas honestos que los que desde el mismo día 2 de junio de 2017 “adoptaron” medidas ajustadas a su empresa, pero desde la óptica del “cumplo y miento”, apostando a una regulación laxa y una fiscalización ineficiente.
Esos sujetos obligados son los que hoy están atrapados en situaciones apremiantes, toda vez que ya se acabaron los tiempos de excusas y deben presentar evidencias fehacientes de lo que han venido haciendo los últimos años.
Las sanciones indexadas,por procedimientos sancionadores engrasados y las multas lloviendo desde todos los sectores a los cuales el legislador entendió que eran obligados a cumplir lo dispuesto
en la normativa.
Igual aplica el refrán de marras para los “compliance makers” del patio. De nada vale tener un Oficial de Cumplimiento con todas las certificaciones habidas y por haber, con un equipo y herramientas tecnológicas de ultima generación, si por dentro y a escondidas practican la religión de “buscarle la vuelta” a los incumplimientos.
La “i” en ética, viene (en mi artículo) de “integridad”, y ser integro quiere decir, maso menos, hacer lo correcto aun (y especialmente) cuando nadie este viendo. La integridad es un valor fundamental que implica actuar con coherencia, honestidad y responsabilidad. Es la capacidad de mantenerse fiel a los principios que uno profesa, reflejando una armonía entre lo que se piensa, se dice y se hace.
La ética, se entiende como el conjunto de principios que orientan lo que es correcto o incorrecto en un contexto determinado, necesita de la integridad para materializarse de forma creíble y sostenida. Cuando alguien actúa con integridad, sus decisiones no dependen del contexto o la conveniencia, sino de un compromiso profundo con valores como la justicia, el respeto y la transparencia.
En organizaciones, por ejemplo, la integridad se traduce en prácticas que fortalecen la confianza entre los miembros, promueven la rendición de cuentas y previenen la corrupción.
La ética, la integridad y el cumplimiento normativo forman un triángulo estratégico esencial en la prevención del lavado, especialmente en entornos donde la confianza y la transparencia son pilares de sostenibilidad institucional. El cumplimiento opera como el mecanismo que traduce ética e integridad en procedimientos, controles y monitoreo. Incluye desde la debida diligencia hasta la capacitación continua del personal, generando barreras reales al uso del sistema financiero cooperativo para actividades ilícitas.
Es en este sentido, que si bien es cierto que aplaudimos la realidad de que los sujetos obligados que vivían del “cumplo y miento” estén readecuando sus programas hacia el cumplimiento, no menos cierto es que también debemos mirar hacia los directivos, colaboradores, oficiales de cumplimiento, y “compliance makers” en sentido general ya que sin ellos nada de lo que hagamos o hablemos sería posible completar.
De nada vale pregonar lo completo de nuestro programa ni lo blindados que entendemos estar, si a lo interno no creemos en el concepto del cumplimiento. Tanto de un lado como del otro del juego. Por eso, en compliance también se aplica aquello de que “La mujer del Cesar…”
Por : Emerson A. Diaz Cabral
Consultor, asesor, capacitador en materia de Cumplimiento y PLAFT
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