Sin dejar fuera sus enunciaciones de satisfacción con la estabilidad política, la diversidad de la economía y el vigor de las iniciativas privadas, el liderazgo empresarial, en voz de su dirigente, Celso Marranzini, se pronunció antier poniendo distancia de los camarones que se duermen y se los lleva la corriente. Su optimismo no quitó conocimiento. Por eso dijo que el país está desafiado por un “contexto internacional de incertidumbre” y aunque en importantes aspectos y funcionalidades productivas, de comercio y de consumos, parecería viento en popa, no es así ciento por ciento y cualquier descuido haría pagar caro. Un gasto público superado por el ingreso básico y una permisividad oficial que se traduce en competencias desleales de impredecibles consecuencias para el aparato productivo no están ahí para ser vistos de lejos por los mandos del Estado. Tampoco admisible que el 4% presupuestal para la Educación continúe con exiguos frutos siendo los recursos humanos tan imprescindibles para avanzar. Se marcha contra el reloj con pocos avances contra la informalidad.
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Todo precariedad social e institucional de un país conecta con la marginación impositiva grave que aquí se padece y con la distorsión en que están sumidos sectores desregulados (56 %) que crean bienes y prestadores de servicios situados fuera de la Estrategia Nacional de Desarrollo, atrapados en limitaciones tecnológicas que impiden reducir costos y expandir rentabilidad. Además –como bien apunta la clase empresarial- República Dominicana compite con países que toman decisiones audaces para no desfasarse y debe actuarse con más decisión contra las limitaciones al progreso que persisten, dijo. Y agregamos: no solo está el excesivo peso de un endeudamiento: RD permanece rezagada en términos fiscales por vacilaciones del poder y aunque supera a sus vecinos en generar riquezas las deja escapar sensiblemente de recaudos utilizables para disminuir la notable inequidad y fortalecer la capacidad de redistribuir el ingreso y dar un salto cuantitativo contra la subordinación a empréstitos con los que está cubriendo, solo parcilamente, necesidades de la población y para saldar deudas anteriores. La inversión pública está reducida a nivel histórico y el gasto corriente sigue inmoderado.
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