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   La guerra comercial y la tendencia de los mercados

Entre 1896 y 2024, el índice Dow Jones Industrial Average cerró el año con rendimientos positivos en 85 de los 128 años analizados, lo que equivale al 66.4 % del total, es decir, aproximadamente dos tercios del tiempo. De forma similar, entre 1927 y 2024, el índice S&P 500 registró un desempeño anual positivo en 66 de los 97 años, lo que representa un 68 % del período considerado.

No hay razón para suponer que la tendencia de que «las acciones suben dos tercios del tiempo» no continuará. Sin embargo, este dato no cuenta toda la historia. Incluso durante períodos en los que las acciones registran alzas la mayor parte de los años —como entre 1966 y 1982, cuando el mercado subió en 10 de esos 16 años (62.5 % del tiempo)—, el índice Dow Jones Industrial Average no alcanzó un nuevo máximo desde enero de 1973, en el punto más alto de un fuerte mercado bajista, hasta noviembre de 1982. Es evidente que el mercado accionario puede cerrar un período de casi dos décadas con una ganancia de capital nominal igual a cero (y una ganancia ajustada por inflación negativa).

Es cierto que las acciones caen con menos frecuencia de la que suben en el transcurso de un año, y que raramente experimentan caídas durante dos o más años consecutivos. Sin embargo, cuando estas correcciones profundas ocurren —especialmente cuando el mercado cae un 30 %, 40 % o más—, pueden afectar gravemente a los inversionistas que no están preparados psicológicamente.

Aquellos inversionistas que no pueden soportar la volatilidad de un mercado bajista, o no logran aprovechar estas etapas para adquirir acciones de calidad a precios descontados, suelen vender con pérdidas significativas. En muchos casos, permanecen fuera del mercado hasta que los precios se han recuperado sustancialmente, perdiendo así las oportunidades más atractivas de entrada y deteriorando su rentabilidad a largo plazo.

Tipos de mercados bajistas según Goldman Sachs

Un informe de Goldman Sachs publicado el 8 de abril —en el punto más bajo de la reciente caída del mercado— clasifica los mercados bajistas en tres categorías principales:

  1. Mercados bajistas de origen exógeno (event-driven)
    Son aquellos desencadenados por un «shock» puntual que, en general, no deriva en una recesión doméstica o solo interrumpe temporalmente el ciclo económico. Suelen ser breves y de rápida recuperación.
  2. Mercados bajistas cíclicos (cyclical)
    Son los más comunes y, por lo general, son provocados por el aumento de las tasas de interés, recesiones inminentes o caídas en los beneficios corporativos. Reflejan el comportamiento típico del ciclo económico y financiero.
  3. Mercados bajistas estructurales (structural)
    Son originados por desequilibrios estructurales profundos o el estallido de burbujas financieras. Tienden a ser los más prolongados y severos, con una pérdida promedio del 34 % y una duración media de aproximadamente 25 meses.

Como ejemplo, el mercado bajista de marzo de 2020, que duró apenas un mes, se clasifica claramente como un evento de origen exógeno, derivado del impacto inicial de la pandemia. En cambio, el mercado bajista de 2022 puede considerarse cíclico, dado que fue provocado principalmente por el endurecimiento de la política monetaria y el alza en las tasas de interés.

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Factores estructurales y desequilibrios globales

El mercado reaccionó negativamente a los anuncios caóticos sobre aranceles del presidente Donald Trump a partir del 2 de abril. Sin embargo, tras disiparse el temor inicial, las acciones repuntaron con fuerza.

La banca de inversión también sugirió que dicha corrección tenía el potencial de convertirse en un mercado bajista de tipo cíclico. No obstante, ese escenario no parece haberse materializado, dado que el índice S&P 500 ha subido aproximadamente un 17 % desde su mínimo del 8 de abril.

Aun así, el mercado no ha alcanzado un nuevo máximo histórico y, aunque eventualmente lo haga, existe la posibilidad de una nueva corrección significativa. Este escenario podría ser incluso más severo que un mercado bajista cíclico. En particular, se percibe un riesgo creciente de entrar en un mercado bajista estructural profundo y prolongado —una caída pronunciada de dos o tres años, similar a la que se observó durante el estallido de la burbuja puntocom o durante la crisis financiera global de 2007 a 2009—, especialmente si la administración Trump continúa con una guerra comercial a gran escala.

Desequilibrios estructurales y la guerra de capital

La definición de un mercado bajista estructural se basa en dos factores fundamentales: los desequilibrios estructurales y las burbujas financieras.

El concepto de desequilibrio estructural está en el centro de la política comercial del presidente Trump. El persistente y abultado déficit comercial de Estados Unidos con otras naciones —especialmente con China— refleja que el país importa más bienes de los que exporta.

Este desequilibrio está estrechamente relacionado con el estatus del dólar como moneda de reserva global. Estados Unidos emite la divisa que el resto del mundo utiliza para el comercio y la acumulación de reservas. Con ello, adquiere bienes de todo el mundo y distribuye dólares a escala global, que a su vez suelen reinvertirse en activos financieros estadounidenses.

Este ciclo ha sido percibido como un círculo virtuoso: Estados Unidos obtiene bienes de bajo costo, mientras que otros países acumulan una moneda fuerte que fortalece sus reservas internacionales y contribuye a la estabilidad económica. Sin embargo, como todo sistema basado en desequilibrios persistentes, también conlleva riesgos sistémicos que pueden desencadenar ajustes abruptos en los mercados financieros globales.

La advertencia de Simon White

Más allá del impacto inmediato que los aranceles puedan tener al encarecer los bienes de consumo, existe una implicación más profunda. Simon White, estratega macroeconómico de Bloomberg, lo expresó en su ensayo “La guerra comercial es el preludio de una guerra global por el capital”:

“Las guerras comerciales son perjudiciales para los mercados y la economía. Pero su consecuencia lógica —una guerra de capitales— podría causar aún más daño. Los desequilibrios acumulados podrían generar movimientos de capital por billones de dólares a nivel global, generando inestabilidad y probablemente llevando a los gobiernos a intervenir para restringir o redirigir esos flujos. El dólar enfrenta un debilitamiento secular; otras monedas corren el riesgo de sobrevalorarse, mientras que los activos estadounidenses están expuestos a salidas de capital”.

White añade:

“En términos simples, EE. UU. posee muy pocos activos en el extranjero en comparación con lo que los extranjeros poseen en EE. UU. Y lo inverso sucede con los países con superávit comercial. La consecuencia lógica de una política arancelaria es la reducción de estos desequilibrios. El nacionalismo comercial inevitablemente derivará en nacionalismo de capital”.

El riesgo de un ajuste estructural profundo

Estados Unidos presenta una posición internacional neta de inversión (NIIP, por sus siglas en inglés) de aproximadamente –US$26 billones. Es decir, otros países han invertido esa cifra más en Estados Unidos de lo que este ha invertido en el resto del mundo. Este desequilibrio es consecuencia de décadas de déficits comerciales cuyos excedentes han retornado en forma de inversión en activos estadounidenses.

La reconfiguración del comercio global promete también una reubicación masiva de capital hacia regiones como Europa y Asia. Si se alcanza un nuevo equilibrio comercial, también emergerá un panorama de inversión más balanceado.

Actualmente, Estados Unidos representa el 71 % del índice MSCI World, que abarca el 85 % de la capitalización bursátil de los países desarrollados, a pesar de que su PIB representa solo el 26 % del PIB mundial. A esto se suma una burbuja financiera en formación: el S&P 500 se encuentra en un CAPE de 36, considerado históricamente como nivel de megaburbuja.

La conjunción de estos factores apunta a un riesgo creciente de un mercado bajista estructural prolongado, profundo y correctivo.

Tres grandes riesgos que pesan sobre el mercado

  1. Reforma comercial agresiva:
    Estados Unidos está reestructurando profundamente su política comercial. Si bien puede tener efectos positivos en el largo plazo, el ajuste inicial generará presión sobre los activos financieros.
  2. Incertidumbre legislativa:
    La propuesta legislativa de Trump aún no ha sido aprobada en su totalidad. A pesar del discurso reformista, el gasto público continúa creciendo y no se vislumbra una reducción del tamaño del gobierno.
  3. Endeudamiento estructural:
    La deuda pública estadounidense ha alcanzado niveles preocupantes. Como advierte Ray Dalio, llega un punto en que los inversionistas pierden apetito por la deuda de un país sobreendeudado.

Así, aunque podrían surgir resultados positivos significativos a largo plazo derivados de la nueva política comercial o incluso de la ambiciosa propuesta legislativa, el impacto en el corto plazo es netamente negativo.

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